Incógnita del hombre solo

20171217_160952

La tarde caía y nosotros pasábamos por ese pueblo porque estaba en medio del camino, no porque tuviésemos algo que hacer allí. La ruta se adentraba en él y lo cortaba por la mitad o tal vez había sido al revés: el pueblo había crecido alrededor de ella de manera discontinua, casi por azar o por las necesidades de las personas que se iban sumando a él. No había un alma a la vista y el sol ya había comenzado a descender, alargando las sombras hacia el este. Bajo el arco de una construcción que parecía estar vacía, un hombre estaba sentado en una silla, solo en medio de aquella soledad. Qué hacía allí nunca lo sabríamos; nosotros estábamos de paso y no teníamos, siquiera, la posibilidad de comenzar un diálogo, de llegar a preguntarle algo. ¿Esperaba a alguien? ¿Estaba cuidando la propiedad? ¿De quién, si allí no parecía haber nadie? ¿En qué pensaba mientras pasaban las horas? Esa era la pregunta que yo hubiese querido hacerle. Saber qué pensaba, en quién; si recordaba a alguien o sólo dejaba pasar las horas muertas mientras, cada tanto, un automóvil como el nuestro pasaba raudo por la ruta que dividía en dos al pueblo. Seguimos, de manera inevitable; pero haber visto a ese hombre, aunque sólo haya sido por un instante, fue suficiente para sentir una profunda sensación de soledad. Tal vez, me digo, todas esas preguntas que hubiese querido hacerle no eran tanto para saber de él, sino solo para conversar un poco. Para hacerle algo de compañía, me digo.

Ausencias

20180206_130249

La casa está situada a dos cuadras del centro de la populosa ciudad; es decir, a dos cuadras de la casa de gobierno, de la plaza principal y de la catedral. Es una casa grande, con muchas dependencias y patios interiores. Hoy es un museo; un museo donde se expone lo más intangible que tenemos los seres humanos: la memoria. Uno recorre las diferentes habitaciones y ve con más o menos curiosidad, incluso con más o menos interés o aburrimiento, lo que se presenta ante sus ojos: un cuaderno de entradas y salidas (más de las primeras que de las segundas), viejos anaqueles de metal, uniformes, folletos propagandísticos, diarios viejos. En una de las habitaciones hay cientos de fotos distribuidas en las cuatro paredes desiguales. Son las personas que fueron traídas aquí y que nunca salieron. Hombres y mujeres que fueron torturados y asesinados por aquellos que creen que la razón coincide, casualmente, con lo que son ellos mismos y nada más que con ellos mismos. Con estruendoso silencio las paredes nos interpelan y uno sabe que sólo puede responder sin decir nada, reconociendo el grado de ignorancia que contiene y que lo contiene.

Grillo

20191015_142830

Ya no suele vérselos por las ciudades, así que encontrar uno en medio del patio, entre las plantas, fue un pequeño regalo de una de esas tardes cualquiera. Los niños le tenían miedo, aunque ya habían sabido algo de él a través de los cuentos y de las fábulas. Sólo uno no se alejó corriendo y se atrevió a acercarse, con algo de cuidado, es cierto, para poder verlo algo más de cerca. Luego de esa cuidadosa inspección fue devuelto a la planta donde lo encontré.

Cusco, Perú

09 Cusco

La tarde es apacible, cálida, tranquila. A pesar de que la plaza central siempre se encuentra llena de gente, por un momento pareció que todos hubiesen tenido algo importante que hacer en otro lugar y entonces se produjo un vacío en el espacio que tal vez no duró mucho; pero que fue suficiente como para ver pasar a aquel falso tranvía y sentir que, por un breve instante, estaba en una época previa. No muy lejana, es cierto, pero al menos lo suficiente como para abandonarme a la sensación de haber viajado, aunque sea por unos minutos, en el tiempo.

Puno, Perú

SAM_4758

Para llegar al mirador hay que subir con paciencia; una escalera de más de ochocientos metros no es poca cosa; pero menos aún lo es a una altura de 3.800 metros sobre el nivel del mar. Pero una vez allí; la magnificencia, pero al mismo tiempo la sencillez de la vista nos dice que bien ha valido la pena el esfuerzo. El lago Titicaca; el lago navegable más alto del mundo, se muestra como lo que es: un enorme espejo iridiscente que parece tener las aguas más calmas que puedan imaginarse. El mirador se encuentra casi vacío, y el inevitable cóndor desde él rige el paisaje y parece hacer lo que de verdad hace cuando por allí vuela: domarlo. La calma nos rodea y uno quiere quedarse allí por un tiempo indefinido, sabiéndose en una de las cimas del mundo (un poco, también, hay que reconocerlo, porque hay que enfrentarse nuevamente a esa larguísima escalera de ochocientos metros, que parece no terminar ni al subir, ni al bajar).

Flores, Guatemala

Julio 2018 (12)

 

El hombre arroja sus redes y empuja su delgada embarcación hasta otro punto del lago donde repite sus movimientos. Es el único que lo hace, ya que los otros dueños de embarcaciones prefieren dedicarse a pasear turistas por ese mismo lago, donde tal vez no haya suficientes peces (ni turistas) para todos. Aún así, todo parece funcionar bien. El hombre vende los peces que logra atrapar en sus redes a los otros, quienes le pagan con lo que los turistas acaban de darle; y hasta es probable que juntos terminen la tarde tomando una cerveza en mismo bar de siempre.

La frescura de las piedras

20171114_123335

 

En una ciudad donde el calor puede ser agobiante, encontrar un sitio donde refugiarse puede ser algo más que una necesidad secundaria. El patio interior del Conservatorio de Las Rosas, protegido con sus paredes de piedra de cantera rosa y con sus casi trescientos años a cuestas es, tal vez, el mejor de estos oasis ciudadanos. La frescura del aire se ve embellecida por el sonido de los instrumentos de los estudiantes que nos rodean por todas partes. Esa ráfaga de viento fresco viene de allí, de donde nos llega el sonido del piano; esta otra nos trae, al mismo tiempo que el alivio de su roce, la rítmica melodía de una marimba… Mientras que afuera el calor sofoca a los semáforos, aquí disfrutamos de la brisa, de la música y del tiempo.

Guanajuato, México

Agosto 2018 (11)

 

Famosa por sus momias, Guanajuato guarda más que lo que las meras guías de turismo destacan. Guanajuato guarda, sobre todo, el color en sus formas más puras y el encanto de sus extensos caminos subterráneos. En esta ciudad volvemos a ser niños y recordamos que a mirar se aprende cada día, si es que queremos ver con inocencia recobrada. Guanajuato es uno de esos sitios ideales donde ese recuerdo nos llega de manera simple y delicada, nunca impuesto como una orden o un dogma.

El pescador

Agosto 2018 (6)

 

La pasión que sentimos por tal juego, por tal artista, por tal lugar, no es más que la exposición de nuestro interior haciéndose carne en lo que nos rodea. Tal vez sea por eso mismo que no podemos entender, a veces, a las pasiones ajenas; eso que pone de manifiesto el interior del otro y que nosotros no podremos nunca entender en toda su magnitud. Un hombre disfruta el exponerse a los elementos de la naturaleza del mismo modo en que otro prefiere escudarse detrás de un lente. ¿Qué es lo que los diferencia?